viernes, 12 de septiembre de 2014

2. Hay un lugar para un café en París

Fotografías de Lucía Alcina
Sección Hay un lugar
 
Quizás el mejor lugar para disfrutar de un café en París
sea en un rincón escondido en uno de sus jardines.
 
 Pero en París llueve.
 
Ese ambiente de calado constante
va diseñando un mapa de esquinas y chaflanes
que abrigan mágicas puertas a cafés de cálidos interiores.
 
Rayuela es un Café en París - Fotografía de Lucía Alcina
 Foto de Lucía Alcina
Foto de Lucía Alcina
Hay un lugar
A veces no llueve.
Los colores de la ciudad cambian.
La expresión de la gente de París respira. 

Bohemia.
París concentra numerosas cafeterías en el entorno de la Île de la Cité y en el quartier Saint Germain.
Donde se idean relatos, y conversan las generaciones perdidas.



No todos están en el centro.
Hay que buscar en todo París.
Para encontrar tesoros escondidos.






 Y girar en esa esquina que se aleja de la calle principal.
Para encontrar tu rincón.
  Foto de Lucía Alcina. Rue des Barres. Église Saint Gervais

 
 
Fotografías de Lucía Alcina
Si te apetece, visita la sección Hay un lugar
Hay un lugar - donde perderse para empezar a vivir

Allen, y la imaginación como antídoto . Midnight in Paris


2 comentarios:

  1. Con tu permiso, y porque inmediatamente he recordado el Rayuela de Cortazar, que asocio inequívocamente con París y sus cafés, transcribo aquí el inicio del capítulo 6, que siempre me ha fascinado:

    "La técnica consistía en citarse vagamente en un barrio a cierta hora. Les gustaba desafiar el peligro de no encontrarse, de pasar el día solos, enfurruñados en un café o en un banco de plaza, leyendo-un-libro-más. La teoría del libro-más era de Oliveira, y la Maga la había aceptado por pura ósmosis. En realidad para ella casi todos los libros eran libros-menos, hubiese querido llenarse de una inmensa sed y durante un tiempo infinito (calculable entre tres y cinco años) leer la opera omnia de Goethe, Homero, Dylan Thomas, Mauriac, Faulkner, Baudelaire, Roberto Arlt, San Agustín y otros autores cuyos nombres la sobresaltaban en las conversaciones del Club. A eso Oliveira respondía con un desdeñoso encogerse de hombros, y hablaba de las deformaciones rioplatenses, de una raza de lectores fulltime, de bibliotecas pululantes de marisabidillas infieles al sol y al amor, de casas donde el olor a tinta de la imprenta acababa con la alegría del ajo. En esos tiempos leía poco, ocupadísimo en mirar árboles, los piolines que encontraba por el suelo, las amarillas películas de la Cinemateca y las mujeres del barrio latino. Sus vagas tendencias intelectuales se resolvían en meditaciones sin provecho y cuando la Maga le pedía ayuda, una fecha o una explicación, las proporcionaba sin ganas, como algo inútil. "Pero es que vos ya lo sabes", decía la Maga, resentida. Entonces él se tomaba el trabajo de enseñarle la diferencia entre conocer y saber, y le proponía ejercicios de indagación individual que la Maga no cumplía y que la desesperaban."

    Puro Cortazar, puro París.

    Un beso, Lu, me encanta leerte en cualquiera de los formatos

    Borja

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    1. ¡Qué bien sienta escucharte, Borja!
      Gracias por traer la magia de Cortázar. "Le gustaba desafiar el peligro de no encontrarse" ... "ocupadísimo en mirar los árboles".
      A veces el mejor café de París se bebe leyendo Rayuela.
      Me ha encantado que los hayas traído hasta aquí.
      Un fuerte abrazo

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