Libros

 

La vida cuando era nuestra

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Todo el mundo tiene una historia

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 Los errantes, de Tokarczuk
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La acústica de los iglús
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La acústica de los iglús
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Tragalluvias
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Tragalluvias de Javier Mariscal Gonzalez
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Manual de jardinería (para gente sin jardín) de Daniel Monedero
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Los relatos de Eduardo Galeano
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Los relatos del Eduardo Galeano

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The passion, de Jeanette Winterson
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The Passion of Jeanette Winterson
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Chesil Beach, de Ian McEwan
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Chesil beach de Ian-Mcewan
 
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El silencio se hizo cuando sus labios se encontraron, de Toni Grimaldi
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El retrato de Irene, de Alena Collar
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Una lectora nada común, de Alan Bennett
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Una Lectora nada comun de Alan Bennett
 
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La piel fría, de Albert Sánchez Piñol
 
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The passion, de Jeanette Winterson
Hay escritores que conocen su idioma como si les corriera por la sangre; y cuando se ponen a hilar letras, la precisión de una frase alcanza tal abanico de sentidos que traducir se vuelve un acto heroico. Si además el escritor es un compositor de sonidos, sus libros nos piden a gritos leerlos en la versión original. Al lector le costará hacer comentarios más allá de la trama, y en La pasión de Jeanette Winterson incluso la trama es bella.


Napoleón invade Europa. Un acto de pasión - o de obsesión - que arranca de sus vidas a un número ingente de sujetos que se ven arrastrados a lugares y destinos inciertos como los juegos de azar. Los dos protagonistas que nos relatan esta historia - Villanelle y Henri - lo hacen a través de sus propias pasiones. Desvelarlas sería desvelar el juego, y es el acto de jugar - y arriesgar - lo que Winterson explora en esta novela.


Las tropas avanzan por mar y por tierra, o más que avanzar se van ahogando o helando de frío de camino a Moscú, y los corazones jóvenes desaparecen y su lugar lo ocupa un kit de supervivencia. Pero Henri comienza a anotar todo en su diario; no quiere olvidar lo que siente en cada asedio, en cada derrota o victoria. Pronto se da cuenta de lo que conlleva una victoria.


En Venecia - o en una Venecia movediza hecha de leyendas - Villanelle se defiende robando a los invasores en el gran casino hasta que su suerte le obliga a formar parte de la caravana a Moscú. Allí se cruzan su historia con la de Henri. En el invierno helado.


Todo lo que sigue es una aventura llena de verdades aunque Winterson utilice las fábulas a modo de escalones. Me gusta tanto cómo suena su voz que no voy a seguir contándoos  la historia, sino que os voy a dejar unas notas en su versión original.


"This is the city of mazes. You may set off from the same place to the same place every day and never go by the same route. If you do so, it will be by mistake. Your bloodhound nose will not serve you here. Your course in compass reading will fail you. Your confident instructions to passers-by will send them to squares they have never heard of, over canals not listed in the notes.


Although wherever you are going is always in front of you, there is no such thing as straight ahead."


Chesil Beach, de Ian McEwan

Me han dicho alguna vez que veo finales felices donde no los hay. No sé si se referían a finales reales o de cuento. Ian McEwan no escribe en Chesil beach ningún cuento.  Es un fabuloso narrador de historias, psicológicamente profundas, a través de un lenguaje ágil e inteligente sobre lo íntimo; y a la vez es un prodigio narrativo de párrafos sin puntos, que giran en microhistorias donde respiran la historia con mayúsculas, y la intrahistoria de belleza microscópica.
 

Chesil beach es un cosmos de esas microhistorias perfectamente hiladas, que nos muestra lo que les sucede a dos jóvenes recién casados, Florence y Edward, en su noche de bodas: no es ni destino ni azar, sino una trama - o una trampa - espejo del artificio en el que nacemos y vivimos.


McEwan describe el pensamiento de un hombre y una mujer en los preludios de la modernidad. Son los años sesenta y estamos entre Londres y Oxford, y los protagonistas son dos estudiantes al final de sus estudios que desean comenzar a vivir, en una época en la que la juventud aún era menospreciada, un arrinconado preámbulo de la vida real. 


McEwan nos hace viajar a través de pequeñas digresiones históricas, y paisajísticas, dando a cada momento la intensidad de que algo importante sucede. Escribe, como Kairós imprime calidad al tiempo. Retrata a dos esposos que "suponen", "creen", "imaginan" quién es el otro; ese otro al que nunca escuchan, al que nunca entienden. Y lo hace intercalando el malestar político que existe en ese momento en Inglaterra, la agitación artística que se vive en sus calles, la quietud permanente de los senderos de Oxfordshire, y la presencia de personajes legendarios que se pierden en el anonimato de la vida corriente.





"La mitología privada de su encuentro" - en St. Giles - es el punto de partida para trazar "sus mapas mentales y geográficos de Oxford" - lugar de la infancia - que ambos creyeron eran suficientes, por su similitud. Pero McEwan insiste en la dicotomía entre la infancia y la adolescencia, al dividir el espacio de sus vidas en Londres y Oxford, y Londres es una ciudad muy diferente para ambos. La música es diferente. Hay, en nuestra personal idea de la música, una inherente concepción del mundo.


"El interrogante no tenía contenido,


era tan puro como un signo de interrogación"


La infancia también deja sus huellas debajo de la piel - no sólo sobre el mapa - y en los rincones del hipotálamo se ocultan recuerdos aún más abstractos que la música. Recuerdos complejos "para los que no existe, o no se ha inventado aún, un lenguaje capaz" de expresarlos al otro. Los miedos más profundos, el valor de las personas y las cosas, aun que sean erróneos, se nos quedan ahí clavados, a veces invisibles, como botones escondidos que un día alguien, sin saberlo, roza, y hace estallar la parte más interna de nosotros.


"Edward estaba aprendiendo a ocultar




el hecho de que conocía el nombre de las mariposas."


 

"Enamorarse era rebelarse a sí misma



lo extraña que era"

Florence y Edward, además, son dos personas agradables que no saben discutir. Florence, experta en ocultar sus sentimientos, y Edward canalizando la ira en peleas callejeras, discuten por primera vez en sus vidas durante esa noche de bodas.

Ian McEwan estructura esta novela en cinco capítulos, y ese número impar le imprime el desequilibrio de la incomprensión entre dos seres que se aman. McEwan utiliza la antítesis y el contraste durante toda la obra, levanta en el dormitorio - frente a la fragilidad de estos dos seres envueltos en inseguridad - la fortaleza de la convención con "cuatro postes de roble que sostienen el dosel de la cama nupcial."

Es curioso que en el mismo párrafo donde describe el acercamiento de los dos jóvenes sobre la cama, el autor haga referencia a la tumba de Alicia de Pole - nieta del autor de los Cuentos de Canterbury - cuyo cadáver está en un cofre bajo un dosel de piedra sujeto por cuatro columnas de alabastro.

Al no tener acceso a él, el sexo se convierte a la vez en una meta y en una tortura, en una obsesión que envuelve a la noche de bodas en un aura mitológico, y a partir de aquí, por fin solos, comienza a desdoblárseles la vida en un caleidoscopio de imágenes fugaces, que van describiendo quiénes son y por qué actúan, a veces de un modo visceral.

"De este modo podía cambiarse por completo

el curso de una vida:

no haciendo nada."

Para mí, y esto es una observación muy personal, Chesil beach tiene un final feliz. Puede decirse que tiene un poso de tristeza, como todo lo tiene cuando miramos atrás y vemos allí lejos la belleza de algún episodio de nuestra vida.
Este libro me lo recomendó Lola Martín-Arroyo en la Librería La Clandestina . 

Reseña escrita por Lucía Alcina



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Libro: Tragalluvias
Autor: Javier Mariscal
Editorial: palimpsesto 2.0
Género: Novela

¿Os imagináis que se derrama un frasco de tinta y se escribe sola una novela en una tarde? Esa es la sensación que he tenido al leerla. Fresca, fluida, sin abstracciones. Leyéndola con labios salados. Descubriendo que hay tantos idiomas como individuos.



Un abanico de protagonistas en un único personaje, un río profundo y oscuro con muchos afluentes, al que caes, y donde te recoge una hoja de otoño atrapada en la corriente. Al principio sientes que quieres agarrarte a algo para entenderla, hasta que comprendes que sólo puedes dejarte llevar. Asomarte a la oscuridad de sus espejos. Columpiarte en los desniveles imprevistos. Rotar sobre ti mismo en sus torbellinos.



Una lectura de cadencias, sin tiempo. Con impresiones, sin marca páginas. Sin gritos. Con un solo grito. Imágenes derramadas en servilletas de café, en libros, en las manos. Letras que son personajes disfrazados, o ilustraciones de palabras. Pensamientos atrapados en un cazamariposas que se abre como las manos tras beber de una fuente.



Y el olor a café. Y esa sensación de escritor que te invade al pertenecer a esa cafetería. Estar presente en ese lugar donde todos tienen su espacio. Los libros que escribes en tu cabeza, las vidas que empiezas y quedan suspendidas en antiguas miradas y viajes.



Una narración envolvente que juega a ser música sin pentagrama. Concéntrica. Voces que se despliegan formando caracolas que se repliegan en otra voz. Un ejercicio de estilo, o la libertad de un hombre con un lápiz. En minúsculas, como los besos de un niño.



"Si sólo fuera sueño lo que uno desea tener en esta vida".



Tragalluvias transforma la palabra en algo sonoro, plástico, líquido. En un soplo fuerte de aire que a veces duele al cruzar las arterias atascadas. Una novela sobre el tiempo, sin unidades de medida. Que trasciende los límites, y demuestra que es posible hacerse entender sin someterse a códigos uniformes.



¿Cómo cazar todos esos ángulos que sobresalen de los márgenes del papel? Convirtiéndolos en arena, en pintura, en canciones, en incursiones a otros libros, en silencios, y volviéndolos a traer al mundo de la palabra. Con la delicadeza del que teje las comisuras de los ratos con los instantes. Con el dominio de las voces que se cruzan. Como cuando andamos por una calle bulliciosa y somos capaces de escuchar nuestra propia voz y las de los viandantes que nos rodean. Trenzándose en una sola conversación.



En una vista de halcón que baja hasta la altura de una niña de cuatro años y se convierte en mirada redonda de unos ojos grandes llenos de vida que observan venas fluorescentes. En un ojo de pez que mira con ojos rasgados la perspectiva del tiempo nublado de sentimientos sin nombre. Un guiño fotográfico. Una panorámica de una mujer invisible detrás de una barra. En monstruos fantásticos que se derriten en sombras a nuestros pies cuando la lluvia de la inocencia cambia la visión de un niño.


Es un calambre de cándida alegría que desagua soledades.

Un globo, que parece inflado por Frank Capra, recorre en un trávelin aéreo el mundo que deja, al elevarse hacia las estrellas. A veces creo que mis amigos, los que escriben, son marcianos. Su mirada está conectada de una extraña forma a las estrellas.

No podemos vivir todas nuestras vidas. Las no vividas subsisten como náufragos, como sueños, como puntas de iceberg de largas esperas, que, aún vacías, contienen tanta verdad y tanta vida. Ese volcán de vida que somos cada uno de nosotros.

 

1 comentario:

  1. Titulo: Una lectora nada común

    Autor: Alan Bennett

    El peor enemigo del poder establecido es el acto individual de la lectura. Ella corroe el acero del más intrincado engranaje corrector, liberando al esclavo de cualquier yugo social por más pesado que resulte. Cuando lee por placer, el más acosado de los individuos consigue el anonimato, la libertad. Un libro es como un estudio privado. Muchos autores han señalado el miedo a la lectura de los que ostentan el poder. Alan Bennet da un giro y pone en sus manos un libro.

    Nos relata la experiencia de la reina de Inglaterra al descubrir la lectura como placer. Ésta la libera del rol que la sociedad le ha impuesto. Le permite ser otro, analizar en privado las vivencias que nunca ha tenido y explorar pensamientos desconocidos. Aún mejor, consigue disfrutar de un anonimato que le permite distanciarse y configurar un individuo ajeno al público, un individuo que es capaz de decidir su destino.

    Es un libro con el que te sonríes. Cómico, inteligente, directo y breve. Con una protagonista sagaz y un final muy divertido en el que triunfa la lógica gracias a la lectura. En el que un personaje poderoso descubre un pasaje oculto para desligarse de la realidad. O más bien para crear una nueva realidad. Porque no hay otra salida que forjar un nuevo mundo cuando descubres las fronteras del escenario de tu vida. Ésta trama original es al mismo tiempo un recorrido por la literatura inglesa que despertará la curiosidad de sus lecturas. Un libro que invita a seguir leyendo.

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